Venimos de cerrar un año 2024 que ha sido muy positivo para los mercados financieros globales, impulsado por una combinación de factores clave: el inicio del ciclo de bajadas de tipos de interés en EE. UU. y en Europa, la fortaleza económica norteamericana, unos resultados empresariales sólidos; y un notable entusiasmo inversor para el sector tecnológico y para la inteligencia artificial. A este contexto se sumaron las elecciones estadounidenses, con la victoria republicana de D. Trump, que añadió impulso a las bolsas, a la vez que favoreció la apreciación del dólar frente a otras divisas como el euro. Así, el S&P 500 destacó con un rendimiento del 23,31%, superando ampliamente el 8,28% del Euro Stoxx 50, reflejando un diferencial histórico entre las bolsas europeas y estadounidenses.
Por su parte, la renta fija también vivió un año favorable, marcada por los cambios constantes en las expectativas de inflación y política monetaria. Los bonos corporativos high-yield lideraron los rendimientos gracias al aumento de la demanda por crédito con riesgo y el estrechamiento de los diferenciales de crédito. En deuda gubernamental, el bono estadounidense a 10 años cerró el año con un rendimiento del 4,57%, mientras que el bono alemán a 2 años finalizó en el 2,077% de rentabilidad.
De cara a 2025, pese a las múltiples incertidumbres, se espera que el crecimiento global se mantenga resiliente, con un liderazgo claro de Estados Unidos. En cambio, Europa y China mostrarán signos de relativa debilidad.