El mes de agosto estuvo marcado por la incertidumbre sobre el futuro de la política monetaria, los datos macroeconómicos de EE. UU. y las fluctuaciones del mercado de renta variable. Las principales bolsas globales sufrieron una fuerte sacudida debido a datos macroeconómicos de EE. UU. que sugerían una posible recesión. El desempleo de julio subió del 4,1% al 4,3%, un pequeño aumento que muestra una tendencia preocupante. Si bien el nivel sigue siendo bajo, es la trayectoria ascendente lo que genera inquietudes, especialmente porque la creación de empleo también estuvo por debajo de las expectativas. Esto generó temores a nivel global y desembocó en lo que se conoce como “lunes negro”, en referencia a la sesión del 5 de agosto, cuando las bolsas estadounidenses, europeas y asiáticas sufrieron caídas impactantes. La bolsa japonesa fue la más afectada, ya que retrocedió un 12,40% en solo una sesión, afectada también por las subidas de tipos de interés por parte del BoJ. Sin embargo, el mercado se recuperó rápidamente y, en dos semanas, los índices principales –como el S&P 500, el Nasdaq, el Eurostoxx 50 y el Nikkei– ya superaban los niveles de principios de mes gracias a datos de crecimiento económico y de inflación más esperanzadores.
Los bancos centrales volvieron a ocupar el centro de la atención, con el foco del mercado en los posibles recortes de tipos de interés por parte de la Reserva Federal (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE). Hasta el momento, ambos bancos centrales mantuvieron inalterados sus tipos de interés durante las reuniones mensuales, pero la atención se centra en los posibles recortes de septiembre, motivados por una inflación más moderada a ambos lados del Atlántico. Por otra parte, otros bancos centrales sí modificaron los precios del dinero. El Banco de Inglaterra aplicó la primera bajada desde 2020, con una reducción de 25 puntos básicos. En cambio, el Banco de Japón subió sus tipos de interés en 15 puntos básicos, situándolos por encima del 0% por primera vez desde 2010.
A consecuencia de los temores de recesión en EE. UU., las caídas en los principales índices bursátiles y las expectativas de bajadas de tipos por parte del BCE y la Fed, los precios del mercado de renta fija de las principales economías desarrolladas aumentaron significativamente, mientras que las rentabilidades cayeron. El rendimiento del treasury americano a 10 años descendió hasta el 3,79%. En Europa, los tramos cortos también reflejaban futuras bajadas de tipos, situando el bono a 2 años español en el 2,63% y el alemán en el 2,33%.