En la antesala del colapso de la Unión Soviética, Francis Fukuyama escribió su famoso ensayo ¿El final de la historia?, en el que argumentaba que la imparable propagación de la democracia liberal estaba indicando el final de la historia; entendida esta última como un proceso evolutivo de naturaleza sociocultural.
Puede establecerse un paralelismo entre la actual complacencia en los mercados financieros y la percepción unidireccional de la historia en aquel momento. Tras nueve años con un mercado alcista que ha derrotado a una legión de escépticos, con la volatilidad en todas las clases de activos bajo mínimos, y una estabilidad macroeconómica que solo puede esperarse de una economía planificada, la situación actual se asemeja a un estado estable en los mercados financieros.
Si el vector en el caso de la historia fue la democracia liberal, para los mercados lo ha sido la bajada de tipos de interés e inflación a lo largo de las últimas décadas. Valorar un instrumento financiero es un ejercicio matemático relativamente simple, consistente en descontar flujos futuros a una tasa de descuento dada. Sin embargo, cuando el denominador se acerca a cero, nos acercamos a una singularidad, ya que el precio tiende a infinito. Como consecuencia, los bajos tipos de interés están absorbiendo todos los demás factores que afectan a la valoración; y para ellos, como para la materia que cae en un agujero negro, el tiempo termina.
Es cierto que, a pesar de que los tipos de interés oficiales han llegado a cero, e incluso se han vuelto negativos, los precios de los activos, si bien se han disparado, permanecen todavía dentro de lo razonable. Esta aparente moderación de los inversores tiene una explicación racional. La tasa de descuento se compone del tipo libre de riesgo más una prima de riesgo y una prima temporal; y mientras que en sus esfuerzos reflacionarios los bancos centrales han logrado reducir el tipo libre de riesgo y la prima temporal, los mercados se han mantenido bastante disciplinados con respecto a la prima de riesgo.
No obstante, la búsqueda de rentabilidad ha provocado un desplazamiento en el espectro de riesgo de los inversores. Los bonos son hoy el sustituto del efectivo; las acciones, el recambio de los bonos, y las criptomonedas, la alternativa a las acciones. Sin embargo, mientras las tasas de interés permanezcan bajas por tiempo indefinido, no hay que preocuparse, ya que todos los activos continuarán con su imparable tendencia alcista.
Tan fuerte es el consenso de mercado que, al leer las perspectivas de las principales casas de inversión, le hacen a uno pensar en la película El día de la marmota: un año más, debemos esperar un rendimiento moderado para las acciones americanas, mientras que Europa y Japón tendrían subidas de dos dígitos, al corregir su desfase en valoración frente a los Estados Unidos. En cuanto al crédito, todos reconocen que los diferenciales no tienen espacio para estrecharse más, pero, ¿quién podría haber pensado que los bonos basura europeos podrían rendir menos que un bono del Tesoro americano? Solo las previsiones de divisas añaden un poco de emoción al asunto, ya que las monedas son un juego de suma cero, y no todas pueden apreciarse simultáneamente.
Igual que Fukuyama no anticipó el auge del terrorismo o el éxito de los regímenes capitalistas no democráticos (de hecho, desde que escribió el ensayo, la democracia a escala global apenas ha avanzado), puede ocurrir que los tipos suban, causando el regreso de la volatilidad a los mercados. Potenciales causantes pueden ser un repunte de la inflación, accidentes de política monetaria —tendremos presidentes novatos en la Fed y el BCE— o un aumento de la productividad que ponga a la economía en una senda de mayor crecimiento. Ante esta tesitura, y a diferencia de Bill Murray en la película, lo mejor es aceptar la situación y esperar que el bucle no termine nunca.
Este artículo forma parte de Mercados y Estrategias, la publicación mensual en la que nuestros expertos de MoraBanc Asset Management analizan y dan su visión sobre los temas de actualidad económica internacional.