Cuánto tenemos que aprender del mundo animal…
Experts | 28.11.2016 | Saúl Larrayad Porroche
No sé si alguno de vosotros es admirador de la ornitología. Pero sí me consta que muchos de nosotros somos amantes de la naturaleza y los animales en general. Cada vez que tengo oportunidad de dejar fluir los pensamientos en alguna excursión o salida por la montaña observo la naturaleza y lo sabia que es, e intento aprender algo nuevo.
Observando hace unos días un grupo grande de ocas que volaban por la Segarra, me llamó la atención una serie de comportamientos que tenían y empecé a leer sobre este tema.
Durante las próximas semanas, comenzará el movimiento migratorio masivo de algunas especies de aves como las palomas, los patos, los cisnes o las ocas.
Muchos de ellos vendrán de zonas del centro y norte de Europa y volarán hasta el sur de España o Marruecos.
No sufráis… el artículo no pretende ser una clase magistral del movimiento migratorio de los Anser-anser o los Anas platyrhynchos-platyrhynchos …
Las ocas vuelan en forma de «V». Esta «V» no es plana, sino que las que vuelan en el vértice lo hacen más alto, y en formación, progresivamente, el resto vuelan más bajo hacia los extremos. Y si te fijas bien, ves que todas mueven sus alas. Incluso algunas pueden estar durante minutos sin moverlas o hacerlo sólo con movimientos suaves. Entonces, ¿cómo puede ser que se mantengan elevadas y en movimiento si no mueven las alas?
Pues resulta que el vuelo en esta configuración, cada movimiento de las alas produce un movimiento ascendente del aire que supone que la oca de al lado sólo tenga que hacer el 30% del esfuerzo para mantener el vuelo. Además, son capaces de cambiar el grado de apertura del ángulo y la inclinación del vuelo dependiendo de la temperatura, sentido y velocidad del aire. ¿Se imaginan lo que ello supone en aves que recorren millares de kilómetros buscando calor en invierno?
Las ocas han descubierto que volando juntas, en la misma dirección y manteniendo la formación y el ritmo, son capaces de llegar a su objetivo consumiendo menos de la mitad de la energía. Listas las ocas…
Pero no sólo eso. Resulta que aquellas que están en los extremos y en el vértice, y que sí hacen un esfuerzo mayor, cuando notan que se cansan, piden el relevo y rápidamente otra ocupa su lugar.
Y ¿qué hacen éstas cuando pasan a una posición más cómoda?
Pues no paran de emitir sonidos. Unos sonidos muy característicos que los expertos no dudan que son gritos de ánimos y de motivación para las que han ocupado su lugar.
Muy empáticas estas ocas… agradecen la ayuda y se animan y se motivan para no bajar el ritmo ni el ánimo para conseguir su objetivo.
Y detrás de la formación, hay siempre un grupo de ocas emitiendo otros sonidos, que pueden ser de ánimos, u órdenes, o simplemente para controlar ritmo, posición, velocidad y dirección. Y estas, que vuelan solas, enseguida vuelven al grupo y tienen el relevo de otros del grupo que continúan con las consignas.
Y por último, vi que un poco más atrás de la formación, había una que se movía con dificultad y que a menudo le costaba mantener el ritmo de las otras. Pero nunca se quedaba sola. Cuando esta perdía el ritmo siempre tenía compañeras que se mantenían con ella y le ayudaban a volver de nuevo a la formación.
La Naturaleza y el mundo animal tienen muchas cosas que ofrecer a los seres humanos. Muchas veces pensamos que gracias a nuestro desarrollo cerebral superior, a tener hipotálamo, hipófisis, sistema límbico o hipocampo, ya no tenemos nada que aprender del resto de especies.
Las ocas entienden, a pesar de tener un cerebro de no más de 2,3 gramos de media, que para llegar a objetivos deben ir juntas, volar en la misma dirección, llevar un ritmo constante y coordinado, y aprovechar una configuración de vuelo concreta que les hace ahorrar energía. Otra opción de vuelos los aleja de sus objetivos, y no es ni siquiera una opción.
Las ocas saben que necesitan líderes que les animen, los motiven y les marquen el camino. Que lleven la dirección correcta. También saben que los más fuertes tiran del grupo en las posiciones más duras, pero que éstos también necesitan tener relevos para descansar y poder luego volver a dar el máximo. Que la solidaridad dentro de la formación es necesaria para relevar a quien ha dado el máximo de su parte y necesita descansar. Y para apoyar al que le cuesta seguir el ritmo porque no tiene el día o porque ya no tiene la vitalidad de años atrás. Y todo esto, que son los principios básicos del trabajo en equipo (objetivo común, liderazgo, comunicación, solidaridad…) lo saben sin haber pasado por escuelas de Management.
Los seres humanos aprendemos, desaprendiendo y volvemos aprender. La formación continua nos ayuda a adaptarnos mejor al entorno y desarrollarnos como profesionales y como personas. La formación nos aporta el «saber». La experiencia, poner en práctica estos conocimientos nos da el «saber hacer». Pero nunca debemos perder el sentido común, el comportamiento más instintivo. Este es el «saber estar». Y lo que nos hace personas es no perder nunca la esencia del saber estar.
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